viernes, 25 de enero de 2008

EL 23 DE ENERO VIVE


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En 1945 cae sobre el mundo la Guerra Fría y sobre América Latina una ola de dictaduras. Un golpe de Estado impone en 1948 en Venezuela una autocracia que dura hasta 1958. La coartada del crimen se llama Doctrina del Bien Nacional: transformación del medio físico, y mejora de la población. Elites tecnocráticas y militares corregirían los supuestos defectos genéticos del pueblo venezolano cruzándolo con inmigrantes europeos, e instalándolo en un medio esterilizado mediante la política de concreto armado. Así se pretendió una modificación de lo social operada desde fuera del pueblo, que no tuviera lo social como sujeto, motor ni protagonista.

2
Para entonces el campesinado venezolano huía de los latifundios y agobiaba las ciudades con rancherías y zonas marginales. El dictador Pérez Jiménez utilizaba la arquitectura como expresión simbólica de todo problema no resuelto. En lugar de solucionar el problema de la educación superior, para disimularlo encomendó al genial Carlos Raúl Villanueva la obra maestra de la Ciudad Universitaria. En vez de atacar el latifundio, derruyó con pala mecánica los ranchos y encomendó a Villanueva una utopía de concreto armado para ubicar a los desalojados. Las maquinarias arrasaron parte de la parroquia La Pastora y en ella erigieron 38 superbloques de 15 pisos y 42 bloques pequeños con 9.176 apartamentos. El maestro Villanueva no omitió rasgos humanos: incluyó estructuras para 2 centros culturales, 5 escuelas primarias, 8 guarderías. Para conmemorar el fraude electoral que lo mantuvo en el poder, el dictador inauguró el conjunto urbanístico con el nombre de 2 de diciembre. El lujoso estuche aguardaba a los pobres que dejarían de serlo por el mismo hecho de habitarlo.

3
El mediodía del 20 de enero de 1958 alguien tocó la corneta de un automóvil para llamar a huelga general. Segundos después toda Caracas, todas las ciudades del país resonaban con una trompetería como la que derribó los muros de Jericó. En segundos se derrumbó la fachada de consenso que la censura y los medios erigieron en torno a la dictadura. La política de concreto armado repartía el dinero del petróleo entre la oligarquía y no creaba suficiente empleo ni bienestar para las masas. Durante tres días los cuerpos represivos dispararon sobre el pueblo insurrecto. En la madrugada del 23 huía el dictador. Las masas que lo derrocaron ocuparon los superbloques que éste les había hecho construir. Para borrar la memoria del déspota, bautizaron la urbanización como 23 de enero.

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A la dictadura siguió una democracia política que cerró todo paso hacia la democracia económica y social. El Pacto de Punto Fijo estableció un programa único, limitó el debate a planchas y candidaturas y excluyó comunistas y socialistas. Se llamó “Espíritu del 23 de Enero” el permiso de votar para que el voto no cambiara nada. Las grandes masas que se cobijaron en el 23 de enero encontraron techo, pero no trabajo ni mejoras. A mediados de 1959 fue masacrada una manifestación de desempleados en Santa Teresa. Arrancó la represión que casi extinguió la lucha armada a principios de los setenta. La policía política allanaba sistemáticamente cerros y barriadas. Se encarnizaba sobre la concentración de vivienda popular del 23 de enero, situada a pocas cuadras del palacio de Miraflores, en la entrada de Catia y cerca del combativo liceo Fermín Toro. Cualquier protesta suya paralizaba el centro de la ciudad. En revancha, la represión allanaba sistemáticamente los superbloques. Acosadas y desorganizadas, sus masas no integraron juntas de condominio. El deterioro ambiental se sumó al político y social.

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Derrotadas en la guerrilla rural, las ilegalizadas organizaciones de izquierda se concentraron en los barrios populares. Una Coordinadora sincronizaba las protestas de los liceos del Centro, el Fermín Toro, el Andrés Bello, el 25 de julio, repartía propaganda entre Monte Piedad y Central Madeirense, el Guarataro, Santa Rosa y barrios de nombres emblemáticos: Cristo Rey, Pro Patria, La Libertad, Camboya, Sierra Maestra.
Militantes de la Organización de Revolucionarios, del PRV de Douglas, y de la entonces radical Bandera Roja, valiéndose de sus parapetos legalizados Liga Socialista, Ruptura y Comité de Luchas Populares, tomaban los locales comerciales abandonados del 23 de enero y se legitimaban desarrollando actividades culturales: grupos musicales, deportivos, de teatro y de títeres, talleres de dibujo y pintura y tareas escolares asistidas. Multígrafos y enseres de propaganda se escondían en cajas y salas de máquinas de ascensores estropeados. En la combativa barriada se presentó a César Liendo, a Gloria Martí, a Daniel Viglieti. Intelectuales comprometidos trabajaban con el pueblo, mientras sus colegas exquisitos se revolcaban en los charcos de vómito de la bohemia subsidiada. La respuesta fue la acometida represiva que asesinó a Jorge Rodríguez y encarceló al flaco Prada, desalojó a los grupos culturales de sus locales y se los entregó a los narcos. Se tomó el emblemático bloque 7, el Siete Machos, y se acuarteló una brigada antimotines en la entrada de la urbanización. La metralleta y la droga impusieron la paz cultural.

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El 27 de febrero las masas recuperaron la iniciativa y se estructuraron en movimientos sociales. Grupos como los Tupamaros, los Carapaica y gentes de Pro Patria expulsaron cobradores de peaje y narcos. A partir de este saneamiento, los vecinos tomaron en sus manos la restauración física y estética de la zona. Los colectivos Alexis Vive, La Piedrita y otros la cubrieron de combativos murales. Una pluralidad de movimientos articulados en la Coordinadora Simón Bolívar ocupó lo que fuera el cuartel antimotines para convertirlo en Centro Cultural. La Emisora Libre Al Son del 23 se convirtió en voz de todos. Los lugareños prestaron una activa colaboración a las Misiones. Se instaló un Infocentro. Un Club de Abuelas Manuela Sáenz agrupa y atiende a la tercera edad. Esta vivaz solidaridad entre colectivos prefigura lo que podrían ser, lo que deberán ser los Consejos Comunales. El 23 de Enero vive porque no es ya una fecha, ni una proeza arquitectónica, sino una comunidad.

PROBLEMA CON LAS MANDARINAS



Tomar en la mano una mandarina. Contar los poros incontables, ver cómo, a medida que se hunde la uña del pulgar, ts ts ts alfilerazos de perfume impregnan las manos las narices la ropa. Seguir el avance de la grieta, que pone de manifiesto, entre el anaranjado-verde, el blanco mate, el blanco algodonoso, el blanco hilachado, el blanco nube, el blanco chispeante, el blanco hueso.
Seguir adelante. Considerar los filamentos que se desgarran, las estructuras que quedan al desnudo. La miríada de cerebros anaranjados que quedan al descubierto y que no piensan en nada, sólo que cada hilo que se les arranca abre canales, sólo que cada poroso encaje es una teoría del mundo, sólo que la gota que saltará en el pleno corazón de los reventados hemisferios reflejará infinita anaranjadamente: la mandarina misma, tus manos, tu rostro, las sucesivas cúpulas que el tiempo construirá sobre tu inmovilidad y sobre tu cabeza.
Morir de hambre, con los bolsillos repletos de mandarinas.

domingo, 20 de enero de 2008

FARSA DEL SIGLO XXI


El niño que nunca terminó de crecer todavía espera los prodigios del siglo XXI que la ciencia ficción y las comiquitas le prometieron en su primera infancia. Para el niño que nunca terminó de crecer, en el siglo XXI despertarse sería sinónimo de ajustarse el cinturón cohete y lanzarse por la ventana entre seres volantes para aterrizar en aceras rodantes de ciudades transparentes con factorías donde robots obedientes hacen todo el trabajo y crean los bienes que han desterrado la pobreza del mundo. Desperezarse es zigzaguear sobre la sede del Gobierno Mundial para contemplar las plataformas construidas con lo ahorrado en armamentos, desde donde se lanzan platillos voladores para vivir sobre las nubes mirando los prodigiosos palacios sostenidos sobre rayos antigravitatorios, contemplando los animados deportes de las cabalgatas de delfines y la lucha con pulpos, bajando a los prados de los festivales del amor libre al borde de los astropuertos que disparan cohetes para Marte y la Luna y los planetas externos y Las Pléyades. Las máquinas teleportadoras trasladan a los sigloveintunícolas a los grandes laboratorios de los polos, donde una biología maravillosa regenera el cabello, los dientes, los órganos y el ánimo perdidos y empolla los embriones de la próxima generación que constará únicamente de genios cuyas obras asombrarán los espacios públicos de las megalópolis flotantes y animarán selvas mutantes y mares inteligentes. Se anuncia la inmortalidad. No hay capricho ni aventura que resulte prohibida. Proyecciones holográficas crean mundos virtuales donde la sorpresa y el peligro destierran los límites del asombro. Pero el niño que nunca terminó de crecer se asoma a la ventana del mismo edificio y mira la sempiterna gastada congestión de automóviles y el idéntico aire contaminado. Junto a la cama la misma radio y la misma televisión repiten consabidas tonterías desde hace medio siglo. Algún periódico del día anterior recicla idénticas torpezas. Las cuñas proponen los mismos remedios para las mismas hipocondrías. Lo único nuevo son las enfermedades. El niño que no terminó de crecer se consolaría endosándose rutilantes trajes de superhéroe con apuestos cascos y marciales botas y colores detonantes, pero allí lo espera la última humillación. Despertarse en el siglo XXI es endosarse todavía las mismas tristes medias, los mismos anticuados zapatos, los mismos aburridos calzoncillos, abotonarse la misma tediosa camisa con su ridículo cuello, anudarse la misma monótona corbata, ahogar el mismo estornudo de la misma gripe con el mismo desesperanzado pañuelo. Se puede encender un computador nuevo pero para recibir por él idénticas banalidades. En algún sitio el futuro siguió andando pero para el niño que nunca terminó de crecer se ha detenido. El niño que nunca terminó de crecer descubre que quien nunca terminó de crecer fue el siglo XX.
IMPOSTURA DE LOS JUEGOS DE AZAR
A sabiendas de que los únicos sorteos que salen son el del servicio militar, el de escabino para un tribunal y el del náufrago para ser comido por otros náufragos, el diputado que promueve los casinos va al garito fundado bajo sus auspicios y grita:
-Voy jugando a Rosalinda, y la reputación de un movimiento político que protege antros de vicio, y el prestigio de una ideología que legitima garitos, y la honestidad de unas instituciones que se acuestan con tahúres, y el crédito de un partido cuyos emblemas son la ruleta, la baraja marcada y la maquinita, y la confianza en que lucha contra la corrupción quien la fomenta protegiendo timbas, bingos y mabiles.
Y el dado, en la tarde linda, lo dejó sin el poder.
FÁBULA DE LOS CAMARONES QUE SE DUERMEN
Una vez más llegaron las lluvias y una vez más crecieron los torrentes y una vez más los camarones de río se durmieron diciendo no necesitamos hacer nada en el último momento el pueblo acudirá a salvarnos y una vez más se los llevó la corriente porque camarón que abandona al pueblo es abandonado por la gente.
DISFRAZ DE LA CIUDAD RECOGELATA
Ganó las elecciones la desidia y adoptó la inoperancia como programa. Todo el mundo hizo lo que le dio la gana hasta que la urbe quedó enterrada en desechos y pareció que sólo había una ciudad cochambre, una villa tenderete, una metrópoli basura. Entonces vinieron los arqueólogos y excavaron estratos de desperdicios, capas de paquetes de anime, pilas agotadas, latas, botellas, platos de cartón con sobras de comida, bolsas plásticas, gatos muertos, quioscos y cajones y pacotilla y gusanos y perros difuntos. Uno de los arqueólogos gritó, asombrado del descubrimiento. Bajo la catarata de mugre había una ciudad, y tenía una cara bonita de provinciana que mira todo ingenuamente. Hasta daban ganas de fundar un hogar y quedarse a vivir con ella. Conmovidos hasta las lágrimas miraron los habitantes las facciones y las formas que durante tantos años creyeron perdidas. La bonita muchacha de la ciudad se veía tan limpia que provocaba pasear con ella. No era imposible enamorarse y hasta piropearla diciéndole Sultana o Sucursal del Cielo. Cuando la pobre ciudad muchacha se disponía a agradecer diciendo Favor que Usted Me Hace, vino otro diluvio de bolsas de basura y buhoneros y durante mucho tiempo los peatones dudaron si habían soñado o si era real aquella bonita cara de muchacha aldeana acicalada apenas con resignación ante lo inexcusable.
APÓLOGO DE LA RECONCILIACIÓN
El asediador lo difamó por los medios durante años, le arrojó pobladas, lo incomunicó, lo secuestró armas en mano, intentó subastar las propiedades que custodiaba, le cortó el gas y el combustible, le bloqueó vías y accesos, intentó matarlo de hambre, recogió firmas para expulsarlo, contrató paracos para liquidarlo, le dinamitó a un colaborador, le prendió fuego a la fachada de la casa para quemarlo vivo y al final metralleta y cuchillo en mano trató de tumbar a patadas la puerta para reconciliarse.
-Reconcíliate primero contigo mismo- contestó el asediado.

¡CORRE, QUE SE DESCUBRIO TODO!

A eso de la medianoche hice la primera llamada al azar. Me contestó una voz masculina:
'- Aló. ¿Quién habla?
'- ¡Corre! ¡Se descubrió todo!
'- ¿Qué? ¿Cómo?
'- Estamos perdidos. Se sabe todo.
'- Pero, ¿quién habla?
'- Tú sabes que no te puedo decir nada. Los teléfonos están controlados.
'- ¿Qué pasó? ¿Quién falló?
'- Él.
'- ¿Quién él?
'- Quién va a ser. El más importante.
Se oyó un quejid. Corté. volví a discar al azar. Me contestó una voz femenina:
'- Aló.
'- Todo está descubierto.
'- ¿Qué? ¿Quién habla?
'- Te hablo de parte de él. ¡Corre!
'- Pero, ¿quién descubrió la cosa?
'- El otro. Acaba de salir para allá.
El auricular me transmitió un ruido de muebles tropezados, de jarrones que caían. Colgué. Volví a discar al azar. Esta vez, antes de que pudiera hablar, me rechazó una voz femenina:
'- El señor Ministro no está.
'- Localícelo. Es urgente. Dígale que todo está descubierto.
'- ¿Cómo? ¿Quién es?
Antes de colgar, tuve un rasgo de genio:
'- Dígale que avise a los demás.
Cuando bajaba la bocina, escuché que el Ministro gritaba por ella, pero fui impecable y corté.
Volví a discar, y repetí lo mismo:
'- ¡Corre! ¡Nos descubrieron!
La voz que contestó tenía una pretendida seguridad:
'- Y a mí qué me importa. Todo el mundo sabe que aquí robamos descaradamente pasándole al público facturas por las llamadas telefónicas que nadie hizo. Nos reímos de que el país sepa lo que somos. ¡Ja! ¡Ja!
Antes de que siguiera, lo aplasté:
'- Sí, pero él sabe que no le estás dando su parte completa.
Tras el auricular, escuché un silbido como el de un neumático que se desinfla. Una voz gimoteante me preguntó:
'- ¿Quién dijo?
'- ¡Llámalo y pregúntale!
Colgué. Desde ese momento, noté las líneas ocupadas. Las frecuentes ligas me dejaban oír voces trémulas que comentaban sobre paquetes descubiertos, cuentas bancarias y pasajes para el exterior. Hice otra llamada. Al final de ella escuché un disparo y la caída de un cuerpo. Colgué, para facilitar que el primero en descubrir el cuerpo le pudiera telefonear la noticia a los cómplices. Hice diez llamadas mas. La última fue la más dramática:
'- Huye. Nos descubrieron.
'- Ya me avisaron. ¿Y qué puedo hacer?
'- Correr en vez de estar como unos pendejos hablando por teléfono.
Colgué. Iba a llamar de nuevo, pero el aparato sonó primero. Descolgué y escuché la voz de un amigo que, desesperado, me avisaba:
'- ¡Corre! ¡Se descubrió todo!
'- “Ya sé”- le contesté. Pero no me pudo oír. Un estruendo de motores llenaba todas las autopistas que dan hacia los muelles y el aeropuerto. Muchedumbres frenéticas se disputaban a tiros y maletinazos las plazas en los aeroplanos. Políticos e industriales intentaban despegar sus aparatos privados en medio de marejadas de Directores Generales y activistas que les imploraban cumplir con el compañerismo. Los rechazados hacían llamadas frenéticas por teléfonos públicos, que aumentaban la incontenible oleada humana que corría hacia costas y fronteras, al grito de : ¡Se descubrió todo! ¡Sálvese quien pueda!
Yo había planeado lograr el primer país sin gobierno, y ahora estaba a punto de quedarme con el primer país sin población del mundo.
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