sábado, 2 de febrero de 2008

LA PAZ CON COLOMBIA


LA PAZ CON COLOMBIA
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A principios de los noventa salvé mi voto en un jurado que premió un guión cuya premisa era la inevitabilidad de la guerra entre Colombia y Venezuela. Un recluta venezolano (ratero, flojo y cobarde) y otro colombiano (noble, valiente y casto) se separaban de sus unidades y recorrían juntos una Venezuela pintada como un complejo de fábricas de armamentos y bases de las FARC. La calumniosa fábula se filmó con fondos venezolanos. Salvo de nuevo mi voto en el guión de guerra fratricida que nos quiere imponer George W. Bush. Las guerras se siembran en el imaginario y se cosechan en la realidad.
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Por eso escribí en 2004 que “el plan maestro de Estados Unidos es que Venezuela le pelee su guerra en Colombia, y que Colombia le entregue el petróleo venezolano”. Parto de tres evidentes premisas: 1) La potencia que pille las reservas de hidrocarburos del mundo lo dominará durante el medio siglo que duren. Para ello Estados Unidos promovió la guerra entre Irak e Irán, invadió Afganistán e Irak y apoyó el golpe de Estado de 2002 en Venezuela. 2) Estados Unidos no puede movilizar los contingentes que tal empresa requiere: sus fuerzas son casi todas mercenarias. Si nos invaden, dejan Irak a los iraquíes. 3) Estados Unidos requiere carne de cañón de otros pueblos para sus latrocinios. Por eso se sirve del sicariato en Chiapas, de los paramilitares guatemaltecos y de los ejércitos hondureño y panameño para forzar el corredor estratégico del Plan Puebla-Panamá, el cual culmina en el enclave militar del Plan Colombia, el Plan Patriota y el Plan Victoria, que implican una ofensiva de 18.000 soldados colombianos y 800 estadounidenses y una inversión de 7.000 millones de dólares, con la coartada de combatir la subversión y el objetivo de invadir América del Sur. Con razón afirma Chávez que “Colombia es un país intervenido por Estados Unidos” el cual “está creando condiciones para generar un conflicto entre Colombia y Venezuela”.
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La invasión avisa. En el Plan Balboa, ejércitos de la OTAN se ejercitaron en dividir a Venezuela en dos países, previo el asesinato de su presidente. Estados Unidos instaló en Curazao la base Hato Rey y la Reina Beatriz en Aruba; sus almirantes promueven el relanzamiento de la IV Flota del Caribe, con portaaviones nuclear incluido. El gobernador del Zulia, Manuel Rosales, abre el 2006 con una campaña secesionista. Otra campaña presenta a Venezuela como narcotraficante, a pesar de su rango de tercer país del mundo en decomisos de droga desde que se libró de la DEA. Canales opositores infaman al presidente Chávez como cocainómano por probar una hoja de coca, que es como tildarlo de alcohólico por comerse una uva. También difunden un borroso video cuyo comentario miente que el alcalde bolivariano de Maracaibo, Di Martino, entregaría armas a las FARC. El portavoz del Departamento de Estado Shannon afirma que no hay tales suministros. Pero el vicepresidente colombiano Santos amenaza con secuestrar a Di Martino. Internet divulga instrucciones para la oposición venezolana sobre cómo ayudar al ejército de Estados Unidos en caso de invasión. Cuando los medios suenan, intervenciones traen.
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Guerra avisada sí mata soldado. Según el International Institute for Strategic Studies, para 2001 el ejército venezolano integra 82.000 efectivos; el de Colombia 138.000. Según el World Economic Outlook, para 2005 Colombia presenta un gasto militar de 3.309 millones de dólares, el 3,8% de su PIB; y Venezuela menos de la mitad: unos 1.477 millones, el 1,6% de un PIB que asigna más de 9% a la Educación. En Venezuela concluyó la insurgencia armada con la masacre de Cantaura en 1982; la Hermana República lleva sesenta años de guerra civil ininterrumpida, e incrementa efectivos y gastos con las sucesivas movilizaciones del Plan Colombia. Venezuela compra en 2007 helicópteros de ataque, radares 3JYL-1, fusiles Kalashnikovs, dos submarinos Lada, doce aviones de transporte AN-70, un sistema de defensa aérea S-300 con misiles tierra-aire, y 40 helicópteros. El ejército colombiano nos supera en armamento y número de combatientes. Pero si nos invade, deja Colombia en manos de las FARC.
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Nuestra mayor fragilidad reside en el frente interno. Venezuela cuenta con 27.483.200 habitantes, Colombia, con 43.430.000. Es posible que unos cuatro millones de colombianos estén dentro de nuestras fronteras. La inmensa mayoría es gente honesta, trabajadora y pacífica. Pero entre ellos se infiltran paramilitares que cobran vacuna, montan alcabalas y suplantan al hampa criolla en el narcotráfico, la trata de personas, el préstamo usurario y el juego ilegal. Bingos y casinos son las cabezas de playa de legitimación de capitales de esta invasión del crimen organizado. Los paramilitares son la perfecta Quinta Columna para apoyar cualquier agresión internacional. Sus armas de gran potencia podrían quizá impedir nuestra movilización popular. Por el contrario, el número de venezolanos dentro de Colombia es insignificante. Gracias al régimen de doble nacionalidad del artículo 41 de la constitución venezolana, personas con nacionalidad colombiana pueden ocupar todos los cargos de nuestro ejército, y de nuestros ministerios de la Defensa, de Relaciones Interiores y de Relaciones Exteriores, salvo el de ministros. La constitución de la Hermana República dispone en su artículo 97 que “El colombiano, aunque haya renunciado a la calidad de nacional, que actúe contra los intereses del país en guerra exterior contra Colombia, será juzgado y penado como traidor”. Nuestra Carta Magna no contempla ninguna norma que la equilibre o contrapese.
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Ni venezolanos ni colombianos queremos una guerra en la cual el único ganador sería Estados Unidos. Sobre la ruina de nuestros países intentaría robarnos unos hidrocarburos que dos movimientos de resistencia popular le impedirán explotar. Si Estados Unidos nos invade, pierde el mundo. La paz es la única victoria posible.

EL CAMPEONATO MUNDIAL DE PAJARITAS


Abierto oficialmente el campeonato mundial de pajaritas, el señor Pereira se dirige al proscenio, toma una hoja de papel, la dobla, la vuelve a doblar, y de los pliegues surgen lentamente una montaña, y un arroyo, y un arco iris que desciende hasta que junto a él fulguran las nubes y finalmente las estrellas. Un gran aplauso resuena, el señor Pereira se inclina y baja lentamente a la sala.
Acto seguido se instala en el proscenio el señor Noguchi, quien toma en cada mano una hoja de papel, la mano izquierda dobla dobla dobla, sale una paloma, sosteniendo el pico con los dedos anular y meñique y tirando de la cola con los dedos índice y medio las alas suben bajan suben bajan, la paloma vuela, entre tanto la mano derecha dobla dobla dobla, sale un halcón, colocando el dedo índice en el buche y presionando con el pulgar en las patas, las poderosas alas suben bajan suben, el halcón vuela, persigue a la paloma, la atrapa, cae al suelo, la devora. Grandes y entusiásticos aplausos.
Sube al proscenio el señor Iturriza, quien es calvo, viejo, tímido y usa lentecitos con montura de oro. En medio de un gran silencio el señor Iturriza se inclina ante el público, hace una contorsión, se vuelve de espaldas. La segunda contorsión lo despliega, asume una forma extraña, y luego vienen la tercera, la cuarta, la quinta contorsión, la apertura del pliegue longitudinal y la vuelta del conjunto. La sexta y la séptima contorsiones son apenas visibles pero definitivas, la gente va a aplaudir pero no aplaude, en el proscenio el señor Iturriza deshace su último pliegue y se transforma en una límpida, solitaria, gran hoja cuadrada de papel blanco.