sábado, 12 de noviembre de 2011

ME INDIGNO, LUEGO EXISTO

A mediados de octubre de 2011 en 951 ciudades de 82 países repletan las calles multitudes cuyo denominador común es la indignación.
Desde fines de los años ochenta en América Latina repletaban ciudades y campos movimientos sociales cuyo lenguaje era la furia.
A latinoamericanos y caribeños se nos llamó facinerosos, turbas, hordas, pero a la larga rompimos la dictadura política liberal y orientamos nuestra región hacia la izquierda.
A europeos y estadounidenses se los llama Indignados, pero son africanos quienes derrocan dictaduras en Egipto y Túnez y enfrentan a la OTAN en Libia y asiáticos quienes combaten los ejércitos del dólar y del euro en Afganistán, Irak, Pakistán y Bahrein.
La tarea del Tercer Mundo es hacer las revoluciones que el Primer Mundo jamás emprende o concluye.
¿Qué es la indignación? ¿Se disipará como la rabieta de las contraculturas de los sesentas? ¿Estallará en el relámpago revolucionario?



Todo sistema pretende funcionar en beneficio de todos y concluye funcionando para sí mismo. Un sistema es una ficción que se sostiene sobre la credulidad de sus víctimas.


Cuando la contradicción entre farsa y realidad se hace evidente, la resignación deviene imposible. La indignación es la resignación que desborda el vaso.


Científicos suizos revelan en New Scientist (19/10/2011), que 147 corporaciones dominan la economía global; que 88% de ellas son instituciones financieras como Barclays Bank; JP Morgan Chase; Merill Lynch; Deutsche Bank; Credit Suisse; Goldman Sachs; Morgan Stanley; Mitsubishi Group; Société Générale; Bank of America y Lloyds. Que en su mayoría son estadounidenses o inglesas. Que tras la última crisis diez empresas acaparan más de la tercera parte de la propiedad de Estados Unidos.

Estos dueños del mundo usan el poder político, el militar y el mediático para devastar la naturaleza, incrementar sus riquezas, hacerse inmunes a los impuestos, lucrar fabricando armamentos y declarando guerras de pillaje, descargar sobre los trabajadores el costo de crisis y rescates financieros y condenarlos a la sobreexplotación, el desempleo y la perdida de todos sus derechos sociales.

Nos han quitado todo salvo la rabia.

Legítimo es indignarse, siempre que la furia se convierta en conciencia, ésta en planes y los planes en hechos.

Pero de la indignación al hecho hay mucho trecho.
Camino por la Plaza del Sol en Madrid: Entre el vendaval de consignas, sobresalen algunos temas: protesta pacífica, evitar relación con partidos o sindicatos, no votar por partidos del status, desconfiar de programas u organización.
Pero muchas de las peticiones parecen programas partidistas o sindicales: derecho a una vivienda digna, aplazamiento de hipotecas, reforma fiscal favorable para las rentas más bajas, sanidad pública, gratuita y universal.
Decía Einstein que el más evidente síntoma de locura era esperar resultados distintos de la misma conducta. Pretender que manteniendo el capitalismo eliminaremos los males del capitalismo es la más evidente señal de esquizofrenia.
Me indigno contra los Indignados, que durante tanto tiempo se resignaron.
No se trata de suplicar a los parlamentos leyes que moderen la usura y cobren la modestísima Tasa Tobin de 0,1% sobre las ganancias del capital financiero: se trata de convertirse en legislador y prohibir como crimen de lesa humanidad la especulación y la explotación.
No se trata de implorar empleo al 1% que se ha apropiado de las empresas y bienes creados por el trabajo del 99% de la humanidad: se trata de expropiar a los expropiadores, asumir el control de los medios de producción y hacerlos funcionar en beneficio de quienes los crean y trabajan en ellos.
No se trata de suplicar educación gratuita, sino de garantizar que la formación profesional y científica que se imparta para todos sea además ejercida en beneficio de todos.
El problema no es plantear peticiones al poder sino convertirse en poder y cumplirlas.
El capitalismo no dejará de ser explotador, alienante y asesino cuando se lo pidan, sino cuando se lo impidan.

(FOTO LBG: Consignas de Indignados en la Plaza del Sol, Madrid)


LA OCULTA VICTORIA




De no explicarlo yo, nadie entendería mi genio militar, por lo tanto, en estas memorias, lo explico. El objetivo de la guerra, según Clausewitz, consiste en imponer nuestra voluntad al enemigo. Sus discípulos han variado infinitamente sobre el tema: para ellos, nuestra voluntad se impone al enemigo mediante nuestra victoria; éste se doblega ante ella únicamente en la derrota. Sólo yo me he atrevido a variar los términos, aparentemente incontestables, de esta ecuación estúpida. Sólo yo he conducido a mi pueblo a imponer su voluntad no obstante la certeza —la necesidad, diría— de la derrota. Derrochado inútilmente contra un enemigo imbatible, dirán los historiadores. Pero no. Derrochado, no. E inútilmente, menos. Lo afirmo ahora, mientras el fuego calcina sus cuerpos inanimados.
¿Cuántos seres humanos es lícito sacrificar a la consecución de un objetivo? Las respuestas de los tratadistas son inconsistentes. Para ellos, si el pueblo consta de doscientos millones, el sacrificio de cincuenta millones parecerá razonable. Pero si el pueblo consta de cincuenta millones, entonces el sacrificio de esa cantidad resulta excesivo. Yo no veo que estas consideraciones modifiquen en manera alguna los factores objetivos de la situación. Los pueblos existen, pero se cuentan hombre a hombre, y el objetivo que justifica la muerte de un solo ser, automáticamente justifica la muerte de todos, y esto es lógico, e irrefutable. Si la cifra de sacrificios que requiere un objetivo militar iguala a la cifra de integrantes de una nación, y si ese objetivo es deseable, ello no es óbice para que la guerra sea.
Y la guerra ha sido. No para derrotar a la gran potencia, nuestro adversario. No podíamos. Lo sabía perfectamente yo, que observaba el progreso de la guerra como el de una enfermedad incurable. Lo sé ahora, cuando las tropas de ocupación escudriñan las ruinas de mi pueblo aniquilado.
Pero. Pero. Para aplastarnos, la gran potencia ha debido recurrir a fondo a sus militares. Entregarse a ellos, gozar en su eficiencia, hasta el punto de fascinarse y confundir esa eficiencia con un objetivo, el arte de matar con una manera de vivir.
Para aplastarnos, la gran potencia se ha convertido en un ejército, y toda sociedad que se convierte en un ejército se devora a sí misma y muere.
Nunca, nunca, una tan vasta victoria con tan escasas fuerzas. Lo digo yo, vencido, escuchando el crepitar de los incendios de mi derrota, que es también la anticipada derrota y crepúsculo del enemigo.
Reclamo la corona de los vencedores. Reclamo la corona de los vencedores. Yo, el último viviente de mi pueblo. Reclamo la corona de los vencedores.
(Rajatabla)

CHÁVEZ SOSTIENE QUE IMPERIO YANQUI CONSAGRA EL ASESINATO POLÍTICO DE ESTADO

Caracas, 06 Nov. AVN.- El imperio yanki consagró el asesinato como política exterior, afirmó este domingo el presidente de la República, Hugo Chávez Frías, en un contacto telefónico con el programa Kiosko Veraz, que conduce Earle Herrera y transmite Venezolana de Televisión.
Herrera le preguntó al Jefe de Estado si recordaba la época cuando él ingreso a la Academia Militar de Venezuela, momento en el que ocurrían hechos importantes en América. "El 13 de febrero de 1971 el presidente chileno Salvador Allende nacionaliza la banca privada y luego las minas de cobre, posterior a eso es derrocado, asesinado", comentó sobre el tema.
"Este domingo leía un artículo de Luis Britto García que titulaba Entre asesinos te veas, en el que hace una relación de la política del imperio. Recordemos como la CIA (Oficina Central de Inteligencia estadounidense) asesinó a presuntos miembros del Vietcong, luego superarían cifras en otros países. Ahora (Barack) Obama proclama el genocidio en Libia, Correa se escapó, contra Fidel hay varios atentados, contra Chavez cuántos, no se sabe", añadió el Presidente.
"Uno tiene que cuidarse. Esto que pasa en América Latina es extraño, es una especulación, pero es extraño. Murió Néstor Kitchner, el cáncer de Dilma (Rousseff), el de Lula (Da Silva). Asesinaron a (Muammar) Gaddafi y Obama dice que casi lloró de la emoción", comentó.
"El asesinato en el imperio es política de Estado. Este sábado en la noche hablé con Daniel Ortega y le dije que se cuidara de lo que comemos. No es una manía persecutoria, pero es que el imperio lo usó desde hace tiempo", recalcó.
Expresó que recordaba lo sucedido en Chile, la nacionalización de la banca, del cobre, y el avance del socialismo, luego en 1973 el golpe cuando era cadete.
"Allende, que era médico, terminó con un casco de soldado, en 2002 acá ocurrió una cosa distinta, y ocurrirá si se atreven a atentar contra la revolución. Tenemos soldados y el primero soy yo, por eso le doy la importancia a las Fuerzas Armadas, a mis soldados, si el 12 de abril no estuviese el Ejército, hubiesen masacrado al pueblo", recordó.
"Anoche en la Academia Militar vi soldados con mística, cuestión emocionante. La revolución venezolana es una revolución armada, armada de valores. Allende se quedó sin soldados, una revolución necesita armas para defenderse", recalcó el Presidente.
En los años 70 el presidente Chávez formó un grupo en Cumaná, estado Sucre, que casi se va a la guerrilla. En los 80 forma una célula como movimiento, rememoró. "(Carlos) Mata Figueroa era aspirante, (Francisco) Arias Cárdenas era teniente, luego vino el 4 de febrero y de verdad que no se dónde estaría Venezuela si no formamos ese grupo, pues el ejército es un pueblo con poder, la unidad cívico militar es la gran forma".
AVN 06/11/2011 12:41